Durante una conversación sostenida hace ya algunos años con un colega japonés, sobre el tema de cómo asumir los procesos de cambio en las organizaciones, coincidíamos en que el mayor obstáculo que debemos enfrentar se encuentra en las limitaciones impuestas por nuestros propios puntos de vista, los cuales pueden llegar a encerrarnos dentro de ellos, impidiéndonos ver la verdadera dimensión de los cambios experimentados en el entorno, bajo una falsa seguridad de que podemos seguir haciendo las cosas como las hemos realizado siempre ya que el éxito nos ha acompañado hasta ahora. Esta visión errada de la realidad nos induce a creer que no tenemos necesidad alguna de cambiar y, lo que es aún peor, que debe ser el entorno el que se adapte a nosotros.
Nos refería Noboyuki, nuestro colega, que los altos directivos empresariales de hoy han venido actuando de manera muy similar al guerrero de la clásica anécdota japonesa, que acudió ante un maestro de la escuela budista Zen en busca de consejo para ser un líder exitoso aplicando el conocimiento de esta filosofía, hablando sin parar de sus logros y victorias alcanzadas. De acuerdo con la tradición y las reglas de cortesía japonesas, el maestro le sirvió al visitante una taza de té verde, la cual siguió llenando hasta derramarlo; el guerrero, asombrado por ello, le indica que su taza está totalmente llena y que no debía seguir vertiendo el té porque no le cabe una gota más, a lo que el maestro le responde: “Es cierto, y al igual que su taza, usted está demasiado lleno de sus propios pensamientos, ¿cómo puedo enseñarle algo si no vacía antes su taza?”.
Esta misma situación la vemos muy comúnmente en las organizaciones, en donde sus líderes muchas veces no aprecian la necesidad del cambio, enfrentándose a diario al dilema de actuar “…como siempre hemos hecho las cosas por aquí”, confiados en que así estarán enfrentando la amenaza de los cambios, la incertidumbre y los riesgos, sin tomar en cuenta que el entorno en una sociedad global como la actual no es estático, que está en constante transformación, requiriendo de nosotros mayor dinamismo y capacidad de respuesta para asegurar y mantener el éxito. El enfoque para asumir un proceso de cambio debe estar centrado en el compromiso de la alta dirección, en la adopción de una estrategia medular sustentada en la construcción de una visión compartida por todos dentro de la organización (su talento humano), que actúe como su ADN a través de la misión, visión, objetivos y valores corporativos, dándole forma mediante el aprendizaje continuo, la innovación, la participación activa en equipos de trabajo funcionales y la sinergia entre todas las unidades para generar resultados adecuados a las nuevas exigencias.
Si nos adentramos un poco en la filosofía Zen podemos apreciar aún más la profundidad y el alcance de las palabras del maestro, en cuanto a que no podemos asumir un verdadero cambio si no salimos primero de nosotros mismos, de nuestro propio Yo, adoptando una nueva forma de pensar basados en el silencio, en escuchar y caminar y no tanto en hablar, manipular y prejuzgar, en entender a los demás, en hacerlos parte de nuestro medio, en dejar de percibir todas las cosas y situaciones como obstáculos y a las demás personas como amenazas.
Nuestra reflexión de hoy es una invitación para que vaciemos nuestra taza, desprendiéndonos de las ataduras de nuestros propios puntos de vista, para poder llenarla del verdadero té del conocimiento…
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