Durante las últimas semanas hemos sido testigos de un intenso debate sobre la vigencia o no del concepto de Responsabilidad Social Empresarial (RSE), su alcance y relevancia dentro de las orientaciones estratégicas de empresas y organizaciones o si, por el contrario, la misma se encuentra atravesando un proceso de transición hacia nuevos enfoques que buscarían brindarle una dimensión diferente. En lo particular, seguimos siendo del criterio de que la RSE llegó para quedarse, incorporándose como un aspecto medular del ADN corporativo, lo que ha supuesto un importante cambio de actitud en las formas y maneras de hacer negocios, orientando las actividades empresariales hacia la inversión socialmente responsable, la toma de decisiones por consenso con los grupos de interés, el fortalecimiento de la cadena de valor, la sostenibilidad y el compromiso social.
Pero lograr este cambio no ha sido una tarea fácil, se ha llegado a el después de un largo y accidentado camino, no exento de obstáculos, dificultades e incomprensiones que, a pesar de las altas y bajas, de los ensayos y errores, han permitido configurar nuevos espacios de diálogo, de concertación y de entendimiento entre todos los actores sociales que apuntan hacia la construcción de una mejor sociedad, mucho más justa e inclusiva y, sobre todo, mucho más humana.
Sin embargo, cuando nos detenemos a evaluar el comportamiento de algunas empresas y organizaciones autodenominadas "socialmente responsables", e incluso de algunos voceros que fungen como "referencias obligadas" de la RSE, encontramos que aún nos queda mucho por hacer, lo que nos obliga a hacer un alto para una reflexión urgente: ¿estamos haciendo las cosas bien?, ¿lo podemos hacer mejor?, ¿estamos realmente comprometidos con los cambios que propugnamos, o éstos no pasan de ser una simple declaración de buenas voluntades?, ¿actuamos fuera de nuestro entorno igual, o mantenemos dos realidades antagónicas de manera paralela?, ¿realmente somos o aparentamos ser socialmente responsables?
Un poco de esta realidad la podemos contrastar, paradójicamente, en los cada vez más numerosos y publicitados programas de responsabilidad social de actores muy cuestionados a nivel ético, como es el caso de las grandes empresas tabacaleras, licoreras o productoras de armamento, por citar algunas, quienes parecieran olvidar que el ser socialmente responsable está en entender que la atención primaria de las cosas está en el origen, en las causas de los problemas, lo que exige una profunda evaluación sobre qué acciones debemos emprender para evitar sus consecuencias y ser realmente coherentes con lo que dicta la conciencia social. Frente a ello, nos planteamos la necesidad de reflexionar sobre la interrogante que titula nuestra entrada de hoy: ¿La RSE sirve para todo?, ¿pueden ser socialmente responsables estas empresas con tan sólo desarrollar programas de RSE?, ¿la adopción de estos programas les exime de las responsabilidades e implicaciones éticas, morales y legales generadas por su actividad? o, por el contrario, ¿le permiten la aceptación implícita de sus malas prácticas por parte de la sociedad?
El foco central de esta reflexión debe estar, necesariamente, sustentado en la idea de la transparencia, de que no se puede hablar de RSE si no existe compromiso con la ética, la integridad, el respeto, los derechos humanos y los valores elementales. La RSE no puede ni debe ser entendida como una herramienta de moda para el lavado de imagen, simplemente para apartar el señalamiento social hacia nuestras malas prácticas, como una especie de maquillaje que nos haga ver "socialmente responsables" o "socialmente comprometidos" sin serlo. La RSE es un esquema integral de responsabilidades compartidas entre todos los actores que concurren en la actividad empresarial, haciéndolos coincidir en el objetivo de convertir a la empresa en un motor de desarrollo sostenible, pero de una manera ética y socialmente responsable, sin priorizar el beneficio o la utilidad económica de la inversión sobre aspectos reprochables desde el punto de vista social, moral o medioambiental.
Unas líneas para la reflexión...
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