7 de septiembre de 2011

Responder y adecuarse al cambio


"El cambio es abrumador cuando
 se hace en contra de nosotros,
pero estimulante cuando lo hacemos nosotros"

Rosabeth Moss 


A lo largo de nuestra vida personal, profesional y laboral nos ha tocado enfrentar variadas y complejas situaciones de cambio, requiriendo cada una de ellas de respuestas muy diferentes para poder asumirlas con éxito o, en el peor de los casos, minimizar su impacto para lograr sobrevivir en un mundo cambiante como el actual; sin embargo, aún cuando podamos internalizar que el cambio es, en sí mismo, un proceso constante que nos acompañará permanentemente, no siempre es fácil percibirlo como una oportunidad para mejorar, visualizando nuevos escenarios y reimaginando nuevas maneras para derribar, construir y reconstruir estructuras, costumbres y formas de pensar.

Responder y adecuarse al cambio puede resultar una tarea traumática debido a nuestra naturaleza humana como especie resistente al cambio, por cuanto estan inmersos aspectos vitales como el amor propio, la autoestima, moral, autoconfianza y la capacidad para enfrentar y adecuarnos a las nuevas situaciones, por lo que la respuesta a este complejo reto está en nosotros mismos, en la forma en que podamos integrar nuestras distintas visiones y apreciaciones de la realidad en una sola, dejando a un lado todo aquello que nos ancle al pasado y nos impida prepararnos para lograr el éxito.

En nuestro caso personal la paradoja está en que, tras haber interactuado por años como consultor con distintos enfoques, modelos y herramientas metodológicas para administrar los procesos de cambio, esta respuesta me llegó de manera inesperada en la visión franca, sencilla y práctica de mi hijo, en ese entonces de ocho años de edad, mientras paseábamos en invierno por las orillas del río Potomac, en la ciudad de Washington, D.C.  De acuerdo con él los trozos de hielo en el cauce del río representaban los sueños, metas y cambios que esperamos de la vida, muy parecidos a piezas de Lego que podemos ir pegando o despegando a nuestro gusto, amoldándolas al tamaño de nuestros deseos o de las situaciones que se nos presenten, debiendo sólo esperar el momento oportuno  para ver su transformación a otro estado, en una realidad de colores divertidos, cálida y placentera como ocurre al llegar la primavera, recordándome que meses atras habíamos estado en el mismo lugar y se veía muy diferente, pero ahora teníamos  otro enfoque, otro clima y otra oportunidad para pensar en nosotros mismos, para soñar y visualizar nuevas ideas, para descubrir lo importante que pueden llegar a ser los pequeños detalles para transformar esos sueños e ideas en realidades.

Partiendo de esta interesante visión nos permitimos destacar los siete estadios de la reacción al cambio, desarrollados por Graham Wilson en Making Change Happen, a los fines de poder apreciar las distintas fases que debemos asumir a nivel personal, con sus respectivas variaciones en la autoestima, al momento de enfrentar las nuevas realidades, retos y desafíos que comporta todo proceso de cambio:

1) Parálisis:
Se percibe el cambio como algo amenazador y desafiante, frente al cual nos sentimos desorientados, abrumados, sumidos en una especie de shock en el que no sabemos qué hacer ni qué decir.

2) Negación e incredulidad:
Se manifiesta como respuesta una actitud a minimizar tanto el cambio como sus efectos, ya sea trivializándolo o negándolo por completo, convirtiéndose en un importante factor de resistencia.

3) Dudas propias y emociones:
Una vez conscientes de la necesidad de cambiar, nos enfrentamos a una situación de inseguridad e impotencia frente a los nuevos retos, en donde podemos pensar que las cosas han escapado de nuestro control, trayendo consigo una alta carga de emociones y sentimientos  encontrados, frustraciones y dudas sobre nuestra propia capacidad para controlarlas.

4) Aceptación del cambio:
Se considera este etapa como el punto más bajo de nuestro amor propio, en donde aceptamos el cambio por lo que representa en sí mismo. El proceso de aceptación puede ser lento, con una gran cantidad de altibajos y retrocesos, hasta el momento en que finalmente cortamos nuestras conexiones con el pasado para asumir los nuevos desafíos.

5) Adaptación y pruebas:
En la medida en que nos adaptamos al medio ambiente generado por el proceso de cambio, se despiertan nuevas energías en nosotros que nos permiten visualizar enfoques y formas alternativas para asumir los retos.

6) Búsqueda de un significado:
A pesar de haberlo aceptado, nuestra visión del cambio puede diferir sensiblemente de la realidad o de las circunstancias que nos ha tocado enfrentar, planteándonos como interrogante adónde nos conducirá todo ello y si estamos, o no, conformes para asumirlo.

7) Interiorización:
Después de haber aceptado el cambio, adecuarnos a el y encontrarle un signficado, somos objeto de profundas variaciones en nuestra conducta, moral y autoestima que nos permitirán pasar de un estadio al siguiente, haciéndonos actores activos y comprometidos con el proceso de cambios.

Imagen:
Potomac River, Washington, DC.
(c) 2011. Luis Carapaica

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