Cuando insistir se convierte en reinventarse



 En uno de nuestros últimos artículos, “Insistir, Persistir y Nunca Desistir:
Tres Caminos, Tres Destinos en la Era de la Transformación”, abordábamos el desafío que enfrentan las organizaciones y los líderes cuando el cambio toca la puerta. Reflexionábamos sobre cómo la constancia, la visión y la determinación pueden marcar la diferencia entre rendirse o evolucionar. Sin embargo, un comentario recibido en aquella publicación nos lleva hoy a profundizar un poco más en un aspecto clave del liderazgo contemporáneo: la delgada línea que separa la persistencia de la resistencia al cambio.
 
Daymond López, uno de los participantes en nuestro Diplomado de Responsabilidad Social Empresarial, Sostenibilidad y Liderazgo Responsable, señalaba con gran acierto que muchas veces las empresas descubren algo disruptivo y, aun así, se aferran a lo conocido, incluso cuando los resultados son aparentemente buenos. Mencionaba ejemplos emblemáticos —Xerox, Nokia, BlackBerry—, compañías que fueron sinónimo de éxito y de innovación, pero que sucumbieron al exceso de confianza. Su comentario sintetizaba una verdad profunda: el verdadero reto no es insistir en lo que funciona, sino atreverse a reinventarse a tiempo.
 
Esa reflexión conectaba directamente con otro de nuestros textos, “¡Dame tu PIN!”, una invitación a repensar el liderazgo desde una metáfora poderosa: la necesidad de actualizar el propio código interno. En dicho artículo, hablábamos del “PIN” como ese código simbólico que representa la identidad, el propósito y los valores que definen a cada líder. Un código que, como en los viejos tiempos de BlackBerry, nos permitía conectar; pero que, en el mundo actual, exige mantenernos actualizados para seguir siendo relevantes y auténticos.
 
Porque, como bien señalaba Daymond, el declive de Xerox, Nokia o BlackBerry no fue por falta de innovación, sino por miopía estratégica. Xerox tuvo en sus manos la interfaz gráfica y el mouse, pero no vio su futuro práctico. Nokia anticipó el cambio, pero lo subestimó, mientras que BlackBerry se aferró a su teclado físico cuando el mundo pedía pantallas táctiles. Casos distintos con una misma lección: insistir sin evolucionar puede ser tan riesgoso como desistir demasiado pronto.
 
De ahí que insistir, persistir y nunca desistir no pueden ni deben confundirse con aferrarse. En la era actual, en donde la inteligencia artificial, la automatización y la innovación constante redefinen los modelos de negocio, insistir es seguir aprendiendo, persistir es mantener el propósito, y no desistir es tener la humildad de volver a empezar.

El liderazgo transformador exige una mentalidad que combine propósito con flexibilidad, visión con humildad y estrategia con empatía. No se trata solo de sostener lo que funciona, sino de tener la capacidad de reprogramar la visión, reconectar con las personas y rediseñar la forma de crear valor. En este sentido, liderar hoy implica entender que los cambios tecnológicos, sociales y culturales no son amenazas, sino oportunidades para repensar la forma en que trabajamos, aprendemos y colaboramos. La verdadera evolución no se mide solo en resultados, sino en la capacidad de inspirar, adaptarse y mantener viva la confianza del equipo frente a la incertidumbre.
 
Hoy más que nunca, el nuevo liderazgo se construye sobre cuatro competencias esenciales:
  • Digital, para comprender la tecnología como aliada estratégica, capaz de potenciar el propósito y la eficiencia.
  • Emocional, para preservar la empatía y la conexión humana en un entorno cada vez más automatizado.
  • Adaptativa, para fluir con el cambio, desaprender lo que ya no aporta y cultivar una mentalidad de aprendizaje continuo.
  • Ética, para decidir con conciencia, equilibrando lo posible con lo correcto, lo rentable con lo responsable.
Estas competencias representan el nuevo código del liderazgo contemporáneo: un PIN que integra propósito, innovación y humanidad; pero actualizar ese código no es tarea de un día, implica introspección, apertura y valentía para desafiar lo establecido. Requiere líderes que no solo se adapten al cambio, sino que lo anticipen y lo orienten hacia un impacto positivo.
 
Y es aquí, precisamente, en donde la reflexión de Daymond cobra pleno sentido: las verdaderas disrupciones no provienen de la tecnología, sino de la mentalidad de quienes se atreven a cambiar antes de que el cambio los obligue. Insistir deja de ser obstinación y se convierte en evolución consciente; persistir deja de ser repetición y se transforma en coherencia con propósito; y nunca desistir deja de ser resistencia ciega para convertirse en energía transformadora que impulsa el futuro con sentido.
 
¡Los líderes transformadores no esperan que el cambio suceda: lo provocan con propósito, lo guían con visión y lo humanizan con conciencia!


 
 

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